La energía comunitaria abre la posibilidad de fomentar procesos de soberanía alimentar, seguridad hídrica y de transformación cultural.

La conformación de comunidades energéticas puede revitalizar la economía local al permitir el fortalecimiento y tecnificación de los sistemas productivos locales de forma sostenible.

En otras palabras, la energía puede potenciar múltiples alternativas productivas que garanticen el mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades y, al mismo tiempo, aporten en la conservación de los ecosistemas locales.